En 1933 Junichiro Tanizaki escribe un manifiesto a favor de
la estética japonesa poniendo en un continuo contraste la occidentalización cultural
de Japón frente a las tradiciones donde valores como la penumbra y la sombra no
solo dejan de tener una connotación negativa sino que son estandartes de la
belleza, prueba de esto se muestra en la siguiente cita del propio libro.
“No tengo nada contra la adopción de las comodidades que
ofrece la civilización en materia de iluminación, calefacción o tazas de retrete,
pero a pesar de ello, me he preguntado por qué, siendo las cosas como son, no damos
algo más de importancia a nuestras costumbres ya a nuestros gustos y si sería
realmente imposible adaptarnos más a ellos.
[…]
En realidad, la belleza de una habitación japonesa,
producida únicamente por un juego sobre el grado de opacidad de la sombra, no
necesita ningún accesorio. Al occidental que lo ve le sorprende esa desnudez y
cree estar tan sólo ante unos muros grises y desprovistos de cualquier ornato,
interpretación totalmente legítima desde su punto de vista, pero que demuestra
que no ha captado en absoluto el enigma de la sombra.”